Subterráneo. Palabra proveniente del latín
subterranêus,
debajo de tierra, por eso la utilizamos para calificar algún objeto o
lugar que se encuentre bajo tierra, normalmente oculto de nuestra
curiosa mirada, esa que suele observar precisamente todo lo que se
sustenta sobre la superficie terrestre. De esta forma encontramos en
nuestra rutina diaria ejemplos de túneles subterráneos en la carretera,
también la que por ahora es nuestra única línea del metro posee una gran
parte de recorrido subterráneo o nuestros propios desagües domésticos
acaban situados bajo las calles que pisamos. Aunque no es la primera vez
que desde aquí nos adentramos en
el interior del terreno,
en esta ocasión vamos a bajar a las entrañas del suelo sevillano para
ver que historias nos encontramos, mitos o realidades. Uno que conoce la
ingrata profesión minera, les invita a enfundarse la petaca para
encender la lámpara del casco, allá vamos.
Como ocurre siempre que investigamos algo de la
ciudad, van apareciendo las huellas que han dejado las culturas aquí a
lo largo de la historia, y en esta ocasión no iba a ser menos como
veremos a continuación. En el anterior párrafo ya hemos recordado la
entrada sobre los Caños de Carmona y su largo y complejo sistema de
galerías subterráneas en Alcalá de Guadaríra, y es que esa red es un
ejemplo de lo que romanos y árabes eran capaces de hacer bajo el suelo.
De sobra es conocido el interés que tuvo Roma en la Península Ibérica
por la extracción de metales, encontrando minas por todo el país en las
que se puede contemplar los grandes trabajos de excavación que
efectuaban, así como otro de los legados que nos dejaron: el
saneamiento. Los romanos, muy aficionados al uso de termas, siempre
estaban preocupados por recolectar agua y su posterior desagüe, de ahí
que construyeran cloacas bajo las ciudades que levantaban, como podemos
ver en Itálica y en la propia Híspalis. Cloacas ocultas que han llegado a
nuestros días abandonadas en su mayoría, otras han estado en servicio
hasta un tiempo reciente, pero que por ese desuso se vieron
transformadas en posibles pasadizos. Algunos creen incluso que ambas
ciudades (distaban 7 km) estaban unidas por un túnel bajo el lecho del
río Betis. Posiblemente, a una de estas antiguas galerías de saneamiento
romanas llegó una muchacha que escapó, a mediados del s. XIX, en una
noche de carnaval de la casa donde era esclava, la Casa de los Pinelo en
la c/Abades. La joven levantó una loza del zaguán y huyó en busca de
una añorada libertad que ojalá consiguiera ya que sus buscadores no la
encontraron.Dicho pasadizo fue hallado en 1970, cuando se acometieron
unas obras en la calle, por lo que se supo que medía en torno a 1m de
altura por 1'5m de anchura, al igual que el pasadizo descubierto bajo el
que fuera el Cine Pathé (hoy Teatro Quintero) de la c/Cuna, donde
también se han descubierto habitáculos inundados y con restos de una
antigua actividad portuaria. Otro lugar subterráneo fue hallado en la
c/Argote de Molina, en un estrecho callejón que siglos atrás se llamaba
c/Horno de las Brujas,
allí aparecieron calderas y otros utensilios originarios de unas
antiguas termas romanas, por lo que aquello del horno no era el cuento
de Hansel y Gretel, ya que no era otra cosa que un horno de famoso pan
regentado por unas hermanas procedentes de la ciudad flamenca de Brujas.
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Casa de los Pinelo en c/Abades,
esquina con c/Segovia. |
También los árabes han sido buenos excavadores y constructores. Un
ejemplo lo tenemos en el casco histórico de la ciudad de Ronda, en la
denominada Casa del Rey Moro, la cual consta de jardines realizados por
Forestier y miradores, pero destaca por tener excavados 365 en la roca
natural con la finalidad de llegar al fondo del afamado tajo y obtener
agua directamente del río, lo cual hizo que los musulmanes resistieran
mejor el asedio de las tropas cristianas. Aquí realizaron una importante
ampliación urbanística, además de "reciclar" multitud de edificios de
época romana para la construcción de sus mezquitas y palacios. En la
actualidad observamos monumentos como el Alcázar, la Catedral con la
Giralda, la Torre del Oro o la muralla, lugares muy visitados por
turistas y sevillanos, pero a la vez son lugares con sus misterios, y es
que todos protagonizan leyendas de la existencia de pasadizos en ellos.
Oscuras galerías que comunicarían a la que fue Mezquita Mayor con el
Palacio Arzobispal, o un desagüe de la misma que desembocaría en pleno
Arenal, en la actual c/García de Vinuesa, o por supuesto vía directa
hacia el Alcázar, ese recinto fuertemente amurallado del que dicen se
podría salir a la Huerta del Retiro, o hacia la c/San Fernando, por
donde fue encauzado el arroyo Tagarete bajo una bóveda, e incluso que el
trasnochador rey Pedro I mandó construir un túnel de tal tamaño que él
pudiera ir montado a caballo hasta la Torre de Doña María, su amada
realojada en dicha hacienda de Dos Hermanas.
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Hacienda Torre de Dª María, en Dos Hermanas, a 10 km del Alcázar. |
También se dice que, al igual que atraviesa el metro el río, desde la
Torre del Oro se podía cruzar hasta Triana, y no precisamente por el
puente de barcas, situado junto al Castillo de San Jorge. Esta fortaleza
tampoco se libra de las historias sobre sus cárceles y pasadizos, algo
normal teniendo en cuenta su tétrico pasado, y es que al parecer
comunicaba el castillo con el dominico Convento de San Pablo, que fue la
primera sede de la Santa Inquisición en la ciudad. Otro lugar por el
que, según las leyendas, se cruzaba el río mediante un túnel era el
trayecto entre el monasterio de la Cartuja de Sta. Mª de las Cuevas y la
Puerta Real, justo donde una isleta arenosa asomaba en medio del río
como se puede ver en numerosos grabados. Esa manga de tierra, ya
desaparecida, favoreció el crecimiento de la leyenda sustentada también
por las antiguas cuevas alfareras en las que apareció la escultura de la
Virgen que da nombre al propio monasterio y las historias de grutas en
el barrio de Los Humeros, donde al parecer unos niños encendieron una
hoguera y allí fallecieron asfixiados, según cuenta una crónica del s.
XVIII, que también apunta su posible origen en las obras del muro de
defensa contra las crecidas del río que anegaban la ciudad.
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Monasterio de la Cartuja de Sta. Mª de las Cuevas. |
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Detalle de la Puerta de la Barqueta, José Herrera Dávila, 1848. |
Otra zona sobre la que recaen estas enigmáticas historias de lugares
subterráneos es la cerca musulmana que rodeaba hasta hace poco el casco
urbano. Una construcción llena de leyendas de todo tipo como es ésta,
gracias a su amplitud, sus puertas y postigos y el gran número de
diferentes torres que la defendían, tenía que tener alguna que otra
relacionada con el tema que estamos tratando. Son muchos los lugares en
los que la tradición sevillana ha ubicado cámaras secretas o pasadizos
que servían para dar escondite o escapatoria sin tener que atravesar una
de las puertas. Destacando la
peculiar Puerta de la Barqueta, la cual sucumbió ante el inminente
progreso ferroviario y fue derribada a mitad del s.XIX. Por ese motivo y
gracias a la labor del cronista Manuel de la Cruz y de Alfonso
Álvarez-Benavides, se supo que en un lateral existía una escalera para
descender a un túnel abovedado que avanzaba varios metros hasta llegar a
una sala cuadrangular con una gran piedra circular en el centro y un
par de puertas tapiadas que fomentaban la idea de una vía de
comunicación con Itálica, que hablábamos antes, y una unión entre el
mencionado monasterio cartujano y el Hospital de las Cinco LLagas.
Siguiendo el flanco norte de la muralla, llegamos al Arco de la
Macarena, bajo el que según cuentan pasa una galería proveniente de la
Plaza del Pumarejo en la c/San Luis y que llegaría hasta el Hospital de
San Lázaro. Y unos metros adelante, motivado por la construcción de un
pozo en la Terraza-Freiduría La Pastora, volvió a descubrirse un
pasadizo similar al anterior ya que también enfilaba desde el Pumarejo
para atravesar a la zona de extramuros. También otra obra, en este caso
la construcción de la antigua fábrica de Cartonajes Berrio que lindaba
con los Jardines del Valle y la propia cerca, sacó a la luz un túnel que
cruzaba por la c/Sol en dirección al Convento de Mª Auxiliadora y por
el que una persona podía caminar erguida, quizás para dirigirse hacia
las antiguas cárceles romanas del convento trinitario.
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Fuente: www.salesianos-sevilla.com |
San Bartolomé y Santa Cruz son otros
de esos barrios que nos envuelven con su encanto, esas frescas
callejuelas de balcones con macetas y llenas de ávidos turistas con
cámara en mano, saben guardar sus secretos bajo la cal de sus paredes.
Unas collaciones añejas, con rincones en los que parece detenido el
tiempo, fachadas de casas señoriales con grandes muros y por supuesto
cantidad de hechos que contar. Por eso son lugares que no escapan sin la
sospecha de contar con espacios subterráneos entre las variadas
leyendas que poseen. Así se comenta que junto a la que fuera una
sinagoga, la actual iglesia de Sta. Mª la Blanca, se encuentran varias
casas que hoy forman un lujoso hotel. Edificios que fueron levantados
tras la expulsión judía de 1391 y que al parecer están comunicados por
unos pasadizos, algo que también se dice que ocurre bajo algunas zonas
de Santa Cruz, llegando su desembocadura más allá de las murallas. De
ser real su existencia, habría que descubrir su origen y quienes
tendrían conocimiento de ellos, puesto que los judíos podrían haberlos
aprovechado para escapar de la matanza cometida contra ellos, o quizás
fueron usados precisamente por sus asaltantes para acceder a una zona de
la ciudad que se encontraba adosada a la muralla y separada del resto
por otro muro interior.
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c/Dos Hermanas, barreduela entre el antiguo
Palacio de Altamira y las casas del hotel en los años 60. |
Muy cerca del muro que comentábamos antes que apartaba a la judería del
resto de la urbe, se levanta la parroquia de San Nicolás de Bari. Un
templo que ha sido muy reformado desde que se construyera tras la toma
de la ciudad por el rey Fernando III, hasta llegar a la actualidad como
sede de la hermandad de La Candelaria. Y precisamente en unas obras
efectuadas a finales del s.XV se encontró bajo el suelo un espacio y
dentro del mismo una imagen de la Virgen María. Dicha escultura recibió
la advocación de la Virgen del Soterraño o Subterráneo como clara
referencia al lugar de su hallazgo, siendo hoy titular de la hermandad
de La Sagrada Cena.
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Virgen del Subterráneo en su palio. |
Otra parroquia con un misterioso pasadizo bajo tierra es San Roque.
Según el historiador José Mª de Mena, él pudo presenciarlo durante las
obras de rehabilitación de la iglesia, por el incendio provocado en
1936, como éste partía de la cripta parroquial hasta el Prado de Santa
Justa o Campo de los Mártires con unas dimensiones considerables. Dicha
zona hoy está totalmente transformada por la estación ferroviaria de
Santa Justa y las viviendas construidas, aunque en aquel lugar apareció
oculto en una pequeña gruta el legendario y desaparecido Cristo de San
Agustín. Una imagen con mucha devoción en Sevilla y cuya peculiar
historia contaremos en otra ocasión.
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Detalle de vista aérea del Vuelo Americano 1956-57.
Se observa la Parroquia de San Roque y la extensión del Prado de Santa Justa |
Los últimos lugares por los que pasearemos son las concurridas calles
San Eloy y Feria, ya que ambas comparten leyendas semejantes acerca de
la existencia de espacios subterráneos capaces de albergar incluso un
molino hipogeo con su correspondiente corriente de agua. A nuestro
humilde parecer, un enigma de carácter poco probable y casi
indocumentado, aunque lo reseñamos como constancia de tantas y tantas
historias que existen bajo el suelo que pisamos de nuestra ciudad.
Bueno amigos, parece que nuestras lámparas se van apagando por hoy, así
que no nos queda otra que volver a caminar por las aceras de las calles y
descansar. Esperamos que hayan descubierto con nosotros un poco más
sobre esta legendaria Sevilla... un tanto desconocida.
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