La magia de Extremadura
no está solo en el aire. También se oculta, a veces en las entrañas de
la tierra, y no son pocos los que afirman que bajo tal o cual monte se
ocultan las “morunas”, galerías subterráneas de
interminables kilómetros, cuyo origen normalmente se ignora y cuya
entrada exacta y su salida han quedado sepultadas en el polvo del
tiempo.
En las inmediaciones de La Parra se encuentra La “Sierra de la Horca”,
en la que según la tradición se alzaba el patíbulo en el que se
ajusticiaba a los salteadores que merodeaban por los alrededores. Como
reminiscencia de sus antecedentes árabes, los lugareños afirman que
existen unas “morunas”, que recorren el pueblo por debajo de las casas, comunicándolo con los castillos y sierras de los alrededores.
Y es
que los castillos son propicios a tener túneles subterráneos y sótanos
ocultos. Pero sólo unos pocos gozas de “morunas”, verdaderas “carreteras
subterráneas”. Existe la tradición, propia de los castillos templarios,
en Esparragosa de Lares y los pueblos aledaños, relativa al paso subterráneo que une el castillo de Puebla de Alcocer con la encomienda de Casas Viejas de Galizuela.
El paso no ha sido encontrado, pero desde el interior del castillo se
aprecia la excavación de un túnel que, según la tradición popular,
conectaba con la fortaleza templaria de Lares, aunque otras voces lo conectan con Siruela.
Diferentes túneles me cuentan mi amigos miajadeños que partían del desaparecido castillo de Miajadas: a la Iglesia de Santiago, al castillo de Montanchez e incluso al castillo de Medellín. Sobre el primer túnel, el que iba hacia la cercana Iglesia de Santiago, Sebastián González aún recuerda cómo cuando se realizaron unas obras en la Plaza del Castillo se hundió una parte del suelo y quedó un pasadizo al descubierto.
Otras voces miajadeñas afirman que el túnel se se unía también con el Palacio, con el Huerto del Francés que estaba próximo a la plaza del Castillo, con el patio del colegio Sagrado Corazón o con la Casa Grande.
Y es que con las morunas pasa como con las leyendas, que aunque se sepa donde empiezan, nunca puede saber uno donde acaban…
Las “morunas” también surcan el Valle del Ambroz. Allí, buscaremos la localidad de Segura de Toro,
y en ella los restos de un castillo del siglo XIII desde donde, desde
siempre, el pueblo ha comentado que arranca un larguísimo túnel. En la
cercana Jarilla comentan que el túnel se dirige a las ruinas de la ciudad romana de Cáparra y llega hasta el “Lindón”, la calzada romana que fija los límites de los pueblos de la Trasierra con los la antigua Granada, hoy Granadilla.
Sin embargo, en los pueblos de Gargantilla y Aldeanueva del Camino afirman que la misteriosa galería tiene su fin en la casi legendaria localidad de Abadía, que nació en el siglo XIII (curiosamente, al mismo tiempo que el castillo de Segura del Toro) al amparo de un monasterio cisterciense construido sobre una fortaleza árabe. Aún puede visitarse lo que queda del palacio de Sotofermoso , llamado así por el castillo romano de su nombre, antigua propiedad de la Orden del Temple y más tarde Palacio de recreo de los duques de Alba, quienes crearon, a decir de Publio Hurtado,
“la
mansión más señorial, más artística y deleitosa que concibieron
mortales, para la que trajeron toda clase de piedras, metales, maderas,
vidrios, plantas (…) y cuyos jardines eran el más bello ejemplo
de fuentes mitológicas, juegos de agua y trucos mecánicos para deleite
de los invitados”.
Sea
como fuese, al parecer se trata de una galería profundísima, que cruza
la actual carretera N-630 y que incluso posee en su interior un puente
para salvar una garganta subterránea. Marcelino Blanco Rodríguez afirma que algunos de sus informantes aseguran haber penetrado en esta oscura galería, repleta de morgaños.
No es la única galería habitada por bichos pocos recomendables. En Mérida y Calamonte
siempre se ha hablado de un túnel subterráneo que parte (o llega) desde
el emeritense lago de Proserpina hasta el cercano pueblo. Se dice que
alguien encontró la entrada, que un cerdo se metió dentro y que
apareció comido por los mosquitos y murciélagos. Lo dice Domínguez Moreno
y lo corroboro yo, que pasé varias noches de mi infancia sin dormir
pensando en el dichoso túnel-caníbal y sus mosquitos come-ojos.
Seguro que también han tenido pesadillas algunos zagales de El Risco, donde se habla del Pozo de los Moros,
que los lugareños afirman que fue construido por los agarenos y
atraviesa sierras y montes, hasta llegar al río. Los más ancianos
cuentan como introdujeron un perro y este salió sin pelo y sin rabo a
causa de los mosquitos.
Pero estas galerías no siempre son siniestras. A veces, “las morunas” sirven para esconder tesoros En Salvaleón se habla de maravillosos tesoros y ocultos túneles que unen el Risco de Peña Utrera con la Sierra de Monsalud. Y si los túneles y las cuevas interminables existen… ¿porque no el tesoro?
La entrada a la “Cueva del Risco Barbellío”,
como dicen los lugareños, es más bien madriguera, un pequeño agujero
que da paso a una especie de corredor de alto techo, a cuyos lados se
abren nuevas salas. Muchos en el pueblo, cuentan cómo en sus correrías
infantiles se metían en la cueva, entraban en esas salas y proseguían
por nuevas galerías que no parecían tener más fin que el sugerido por la
propia prudencia, ya que los testimonios recogen la existencia de una
compleja red de pasillos y salas que en la actualidad han sido
obstruidos por las rocas. Sigue, sólido y firme, de este a oeste, la
galería principal, que lleva a una gran sala con un pequeño pozo en su
interior que obliga a extremar la precaución. Un pozo que es el
resultado de un sueño y de un tesoro cuya realidad desconocemos.
A
mediados de los noventa, quizás antes, un lugareño, que después emigró,
soñó la existencia de un maravilloso tesoro enterrado en la cueva. Ni
corto ni perezoso, excavó en su búsqueda. Si encontró el tesoro es una
incógnita que alimenta las habladurías. Como las propias morunas.
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